martes, 23 de septiembre de 2008

Welcome to Florida/Bienvenidos a Florida.

Con este post inauguro una nueva sección a la que titularé “Más allá de Chicago”. En ella os dejaré una crónica de los viajes que me estoy haciendo por estos mundos de Dios. Y os preguntareis, ¿Acaso ya se ha aburrido Ro de Chicago? ¿No sabe que estamos ansiosos de conocer todos los pormenores de su vida en esa increíble ciudad? ¿Por qué va a hablar tan pronto en este blog de otro sitio que no es Chicago? Cierto profesor de mi universidad habría respondido con un brusco “Porque quiero y puedo”. Pero como yo no soy él, (felizmente), os responderé amablemente diciéndoos que la razón de este temprano relato ajeno a Chicago es debido a que este fin de semana pasado ya hice mi primer viaje por este país.

No tuve oportunidad para escribiros acerca de ello durante la semana pasada. Estuve (y sigo) inmerso en un mar de assignements, projects y midterm exams que me han comido gran parte del tiempo. Además sabía que iba a invertir todos los días del fin de semana para hacer ese viaje que tenía pendiente desde hacía mucho tiempo. La ocasión lo requería. Así que este viernes a las 6:30 a.m (olé mis…) estaba despegando rumbo a Fort Lauderdale, Florida.

¿Fort Lauderdale? ¿Qué es eso? ¿Dónde está? Ya sé que no es una ciudad tan conocida como Miami u Orlando. Pero la razón de mi viaje no era hacer turismo. Este fin de semana he encadenado varios eventos familiares a los que no quería faltar. El primero y no por ello menos importante era el cumpleaños de Paty, mi hermana, el segundo era el tercer cumpleaños del hijo mayor de mi prima Karyna, y el domingo finalmente bautizaban a su bebé de 10 meses.

Sin embargo no puedo decir que no haya visto Florida, pues cada rincón del vecindario de mi prima parece sacado de un decorado de CSI Miami. Especialmente sorprendente es la exhuberante vegetación que domina el lugar:



El mismo día que llegué, el viernes, era el cumpleaños de mi hermana. Esa tarde lo pasamos realizando los preparativos de los días posteriores, pero aún así Karyna tuvo el detalle de tener una pequeña tarta para cantarle el cumpleaños a Paty. Al día siguiente fue todo frenético. Cocina esto, limpia lo otro, trae aquello… Mis primas Anabel y Karyna, Jesús (el marido de la última), mi hermana y yo anduvimos toda la mañana de arriba a abajo limando todos los detalles. Cuando los americanos montan una fiesta (y mis primas se han adaptado perfectamente a esta costumbre) arman la de San Quintín. Para esta ocasión vinieron como veintipico invitados entre padres y niños. También se montó un castillo hinchable en el jardín de mi prima y una rampa, hinchable también, al borde de la piscina. La rampa fue todo un éxito. De ella disfrutaron más los adultos que los pequeños. Como por ejemplo un rollizo servidor:



Después de la fiesta tan divertida que tuvimos el sábado, el domingo, dia del Señor, fue el bautizo del bebé. Tras una ceremonia corta y sencilla donde no faltaron anécdotas graciosas celebramos el convite nuevamente en la casa de mi prima. Nuevamente los comandos cocina y limpieza estuvieron compuestos por la misma gente. Y nuevamente como ocurriese el día anterior, la fiesta fue un éxito. Una vez acabada, Anabel, Karyna, Paty y yo fuimos a dar un paseíto por la playa de Fort Lauderdale. Me hubiera gustado verla de día, pero de noche tampoco desmerece. Caminamos por los canales que atraviesan la ciudad. Pasamos por delante de esas típicas mansiones miameras con un yate de infarto en el embarcadero. Entramos en algún antro nocturno de la costa. Hacía años que no compartía momentos así con mis primas. Y es que los hijos le cambian la vida a uno… Aahhhh… Me lo he pasado tan bien…

Pero como todo lo bonito tiene un final, esta mañana temprano cogí el vuelo de vuelta a Chicago. Ha sido curioso la sensación de “Home sweet home” que me ha embargado en cuanto he llegado al Gunsaulus Hall. Hace un mes no tenía esa sensación en absoluto. ¿Quién me lo iba a decir?

¿Quieres estar al tanto de mis peripecias? Sigue leyendo “Civis Chicagolensis Sum”

1 comentario:

Israel dijo...

La verdad es que el rollo de hichables ya lo había visto en Dublín, parece que el habla inglesa les hace adorar ese tipo de eventos en los jardines...
Llevas toda la razón del mundo, al final, lo pasan mejor los adultos que los niños!!
Es buena señal que ya comiences a sentirte en home sweet home ;)
Un abrazo!!